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Sin estridencia ser

Las tres orillas: sobre las cartas, los ríos y los pájaros

Por Gabriela Borrelli Azara / Viernes 03 de mayo de 2024
Fotograma del documental «Silvia Baron Supervielle» (2022), de Mario Daniel Villagra.

En este segundo ensayo, o no-carta, Gabriela Borrelli propone observar la correspondencia entre grandes escritoras: Virginia Woolf y Vita Sackville-Wes; Marguerite Yourcenar y Silvia Baron Supervielle. «Una vida puede ser narrada, puede ser leída, pero también puede ser poetizada. Leo en esta correspondencia la poesía debajo de una comunicación que no intenta nada más que existir a través del tiempo», escribe.

La literatura modula sus formas a través del tiempo: se extiende, se mimetiza, entona lo escrito en contorsiones sonoras o temáticas. En ocasiones, aquello que no nació como literatura con el tiempo encarna no solo la forma literaria, sino el canal de acceso a grandes obras. Las cartas, son un ejemplo, cartas de escritores y escritoras que no nacieron como objeto literario pero que se hacen literatura a través del tiempo y la lectura. Podemos leer Orlando de Virginia Woolf a través de la construcción que hace del protagonista en su correspondencia con Vita Sackville-West, distinguida escritora en la que está inspirada la novela. En esas cartas, que hace poco se publicaron y se leen como una novela en sí misma, se puede no solo hallar el anuncio de la autora a Vita, quien sería su personaje principal en el texto, sino también las aventuras en que la iba a embarcar. Virginia a Vita: 

Ayer a la mañana estaba desesperada: ¿viste ese bendito ensayo que Dadieu y Leonard extraen, gota a gota, de mi pecho? Ficción o algún título por el estilo. No podía escribir ni una sola palabra, y, al final, apoyé la cabeza en las manos, hundí la pluma en la tinta y escribí esto, en automático, sobre una hoja en blanco: «Orlando, una biografía». Ni bien lo hice, se me inundó el cuerpo de éxtasis y la mente, de ideas. Escribí a toda velocidad hasta las 12. [...] Pero, escuchá, supongamos que Orlando termina siendo Vita y todo esto es sobre vos y la lujuria de tu carne o el encanto de tu mente [....] Como tema, me parecés fantástica, principalmente por tu nobleza de nacimiento (pero ¿qué son cuatrocientos años de nobleza, después de todo?), y sería una oportunidad para abundar en descripciones de lo más floridas. Además, lo admito: quisiera seguir desenredando y distorsionando algunos hilos raros e incongruentes y se me ocurrió que podría revolucionar la biografía de la noche a la mañana. Así que, si te gusta la idea, voy a lanzar esto al aire a ver qué pasa. 

La respuesta de Vita Sackville-West llega dos días después y es encantadora: 

Dios mío, Virginia, si hay algo que me fascina y me aterroriza a la vez es la idea de que me moldees bajo la forma de Orlando, iQué divertido para vos! ¡Qué divertido para mí! Vas a tener al alcance de la mano cualquier venganza que quieras perpetrar. Sí, adelante, lanzá el panqueque al aire, que quede bien quemadito de ambos lados, ponele brandy y servilo caliente. Tenés mi permiso total. Lo único que te pido, ya que vas a dibujarme y descuartizarme, desenrollarme y retorcerme, o lo que sea que quieras hacer conmigo, es que le dediques el libro a tu víctima.

¿Qué leemos ahí? ¿qué nos sucede como lectores? ¿Es simplemente el gesto de espiar una relación a través de la íntima correspondencia? ¿Es profundizar en la novela? Todo lector/a es un espía, quiere resolver el crimen que encubre todo objeto literario y, a su vez, buscar al personaje, rastrearlo en sus modulaciones, en sus experiencias, identificarse o rechazarlo. 

Últimamente una nueva dimensión se agrega al acto lector (últimamente o no tanto, depende):  el o la que escribe se suma como un personaje más que juega otro rol en la lectura. Importa quién escribe y por qué, importa donde nació, a qué cultura pertenece, qué defiende y qué odia. El escritor personaje. Dimensiones de la lectura que se solapan en el tiempo y van rediseñando el sistema literario. Dentro de este sistema surge la pregunta, ¿todo lo  escrito por un escritor es parte de su obra? No sé la respuesta, pero me arriesgo: tal vez radique allí una clave desajustada de lectura y escritura que arma una nueva escena tripartita: escritor- lector- tiempo

Tres orillas para pensar correspondencias vivaces, profundas, desajustadas al tiempo acelerado de nuestra época. 

Leemos cartas y estas nos atrapan en la idea del tiempo que las constituye, podemos a través de ellas asomarnos a otra distancia temporal que nuestro tiempo eliminó. La ansiedad de una no respuesta a un correo de más de tres días no se compara a la paciencia para esperar al cartero durante tres meses. No han pasado siglos, apenas unas décadas entre una cosa y otra. Hay escrituras que se constituyen por fuera de las palabras pensadas, trabajadas, moldeadas, que arman otros sistemas ficcionales alrededor de la ficción o los poemas. Una suerte de libertad íntima de las palabras. 

«Escribir fuera de las palabras es llegar al corazón de las cosas y a la libertad», afirmó Silvia Baron Supervielle, escritora de tres orillas, un río, dos lenguas y protagonista de una de las correspondencias más amables, tiernas, literarias y sobrias que llegaron a nuestros días: la que mantuvo con la gran Marguerite Yourcenar. Silvia Baron Supervielle nació en Buenos Aires en 1934, pero reside en París desde la década del 60. Se considera una escritora del Río de la Plata, ya que su madre era uruguaya y su padre argentino de origen francés. Jules Supervielle es primo hermano de la abuela de Silvia; abuela de Silvia que fue la madre de crianza luego de la muerte de la madre de Silvia. 

Desde su ventana en la isla parisina en la que vive, reflexiona en el documental [1] Silvia Baron Supervielle, dirigido por Mario Daniel Villagra: 

Desde mi ventana, junto al escritorio donde escribo veo correr las aguas de un río donde navegan las lluvias, el sol, las sombras de las nubes, los barcos para turistas. Se escucha el agua, se escuchan las gaviotas y saltan a veces reflejos de plata. 

Nada está fijo acá, entre los árboles que cambian todo el tiempo,  y el Sena, que para mí se va para el norte, que es su verdadero cauce y llega después de allí se mete por debajo del Atlántico y empieza a bajar hasta llegar al Río de la Plata y se queda delante de Buenos Aires y Montevideo y se diluye. 

Ese recorrido que narra Silvia Baron Supervielle es el mapa de su escritura, de sus poemas, de sus traducciones, de su novela (La orilla oriental, en la que ficcionaliza la historia familiar de su primo hermano, autor de la genial obra El hombre de la pampa), y de su correspondencia con Yourcenar también. 

Cierto día Silvia Baron Supervielle caminaba a orillas del Sena y en algunos de esos pequeños puestos de libros que se encuentran allí (bouquinistes) encontró una revista llamada Le manuscrit autographe en la que se anunciaban poemas de Marguerite Yourcenar. Silvia había leído a Yourcenar, pero ignoraba que escribía poesía y ese hecho la fascinó. Como le ocurría a menudo con su espíritu de traductora apasionada, buscó los poemas y se puso a traducirlos al español respetando el ritmo de los acentos más que el sentido de las palabras. Después de hacerlo, envió sus traducciones a la editorial Gallimard con una carta para Yourcenar. Pronto recibió una respuesta y una invitación: Yourcenar estaba por ingresar a la Academia Francesa y la invitó a la recepción, allí le dio su libro Las caridades de Alcipo con un agregado de unas hojitas sueltas con poemas manuscritos. Silvia tradujo su poesía y su teatro y un tiempo después Yourcenar la invitó a pasar quince días en su casa, Petite Plaisance, con la idea de revisar juntas las traducciones. 

Silvia cuenta sus impresiones de ese verano junto a ella en el prólogo a la edición de la correspondencia entre ambas, Una reconstrucción apasionada, correspondencia 1980-1987, con edición, notas y posfacio de Achmy Halley y traducción de Eduardo Berti. Yourcenar no tenía horario para escribir, vivía rodeada de cuadernos abiertos en la cocina o en el patio y todas las mañanas juntaba en unas canastas granos y semillas para los pájaros y las lanzaba al viento para que las aves revolotearan a su lado. Así la miraba Silvia que le escribe, en una carta  fechada el viernes 27 de febrero de 1981, lo que sigue: 

Pienso en su viaje y me pregunto si a veces ciertos paisajes no están allí, a la espera de determinado viajero. Aquel que, milagrosamente, los hace viajar a ellos también. Algunos libros esperan de igual modo a un lector puntual. Pienso en Borges, que es ciego, como usted sabe, y a quien le encanta viajar. Y me digo que si yo tuviera la suerte de acompañarla, optaría, en caso de tener la posibilidad, por taparme los ojos para oír el relato suyo. […]

La alegría de conocerla es doble: usted se parece mucho a sus libros. 

Quizás la poesía no es otra cosa más que eso.

El 13 de marzo, Yourcenar le responde: 

En efecto, parece (pero es falso) que algunos paisajes nos esperan. En realidad, ellos viven por sí solos; pienso particularmente en ese «arduo»  guad donde cada día íbamos a ver a unos  cincuenta camellos bebiendo  a la hora  en que cae el sol, en los palmares, en las casas de tierra rojiza en el camino a Zagora, y sobre todo, en una playa tan hermosa y tan poco contaminada que tengo miedo a revelar su nombre. 

A mí también me gusta mucho Borges. 

Amistosamente suya.

La correspondencia entre ellas conforma un río de ternura sobria y constante. Vemos las fechas correr, los años transcurren entre uno y otro intercambio, pasa el tiempo y las reflexiones acerca de la poesía, la vida y la amistad mantienen la velocidad constante de una bandada de pájaros cruzando el océano. Es el mismo océano que Silvia imagina uniendo sus tres orillas, el mismo a la que la invita a Yourcenar a navegar. 

Lunes 11 de agosto, 1986

Todos estos poemas son como pájaros que van y vienen de una cosa a otra. Me han mostrado lo que me gusta y lo que he olvidado porque es muy simple. Y también lo que no olvido. Las traducciones están dedicadas a los pájaros de Petite Plaisance.

Marguerite le responde, diciéndole: «[…] los pájaros del jardín le dan las gracias». 

Una vida puede ser narrada, puede ser leída, pero también puede ser poetizada. Leo en esta correspondencia la poesía debajo de una comunicación que no intenta nada más que existir a través del tiempo. Esa calma expectativa de las que cosas que, sin estridencias, solo quieren ser. Son cosas que cavan un túnel luminoso por debajo de la vida cotidiana, igual que Silvia imagina el Sena por debajo del Atlántico hasta llegar al Río de la Plata. 

Estas dos enormes escritoras, al escribirse, no se vuelven protagonistas de estas cartas sino canal, puente, barco para atravesar la ansiedad actual recordando que otra calma es posible. Son también cada una de estas cartas una intervención poética y una reflexión sobre el tiempo. 

Pienso ahora también, que estos intercambios que tenemos en este portal, estas no-cartas que aparecen una vez por mes, no sean más que una exploración literaria del mismo río que nos contiene y en el que nos reflejamos desde una y otra orilla. Será la estela del próximo barco el que nos encuentre. 

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Notas

[1] El film es un ensayo audiovisual que dialoga con los poemas y la escritura de la autora y afirma el director, «ser una extensión de su obra; que, de hecho, despertará la curiosidad por leer sus textos entre los espectadores e informará con aportes a sus lectores».

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